Existen algunos aspectos psicológicos de las personas que han demostrado predisponer a la aparición de enfermedad coronaria, e incluso, aumentar la frecuencia de arritmias y muerte súbita. Entre ellos destaca el patrón de conducta tipo A, la ansiedad, la depresión, y el estrés.
La incidencia de alteraciones psicológicas también es muy frecuente tras sufrir un episodio cardiovascular. Aunque estos trastornos van a depender de la personalidad previa del paciente y de la evolución de la enfermedad, hay que reconocer que existen una serie de respuestas habituales muy bien diferenciadas.
En el caso de la enfermedad coronaria, como el infarto agudo de miocardio, la aparición de alteraciones psicológicas puede ser superior al 50% de los pacientes. Durante los primeros días del ingreso hospitalario son habituales las sensaciones de ansiedad, irritabilidad y/o estados de ánimo depresivo. Evidentemente, se trata de emociones reactivas a una situación de miedo e indefensión, pero deben ser tratadas para evitar complicaciones. Tras el alta, al llegar el paciente a su domicilio, seempezará a manifestar la actitud psicológica que realmente adopte ante la enfermedad.
Aunque el paciente se vaya incorporando poco a poco a la vida diaria, en muchas ocasiones experimentará cierta sensación de miedo: a hacer ejercicio, a coger peso, a las relaciones sexuales, a volver a trabajar, etc. Así mismo, si la actitud de la familia es hiperprotectora, el paciente tenderá a la irritabilidad y la depresión, lo que complicará elcumplimiento de las recomendaciones médicas.
En otras ocasiones, por el contrario, al encontrarse físicamente bien, el paciente puede llegar a trivializar su enfermedad. Sería un mecanismo de defensa psicológico conocido como negación de enfermedad, muy peligroso, pues el la persona renuncia a seguir el tratamiento, abstenerse en el control de los factores de riesgo y excederse en la realización de distintas actividades físicas.
Tanto la ansiedad como la depresión o la negación de enfermedad deben ser controladas porque pueden influir negativamente en el pronóstico.
No todos los pacientes pasan por todas estas reacciones psicológicas, aunque muchas de ellas las presentan en mayor o menor grado durante alguna fase de la enfermedad.
Una de las actuaciones terapéuticas de los Programas de Rehabilitación Cardiaca es, precisamente, valorar y tratar las alteraciones en la esfera psicológica que se hayan producido en relación con la enfermedad cardiaca o que existiesen previamente, con el fin de mejorar la calidad de vida del paciente y lograr menos complicaciones y recaídas cardiológicas.
La presencia de ansiedad tras un episodio coronario se asocia con peor calidad de vida y mayor número de complicaciones cardiológicas que requieren hospitalización.
Algunos pacientes mantienen cuadros de ansiedad mas allá de la fase aguda de su enfermedad cardiaca, bien de forma continuada o reaparecenen relación con alguna circunstancia en la evolución de su enfermedad. En estos casos la ansiedad debe tratarse porque facilita la descarga de sustancias como la noradrenalina, que pueden acelerar el corazón, aumentar la presión arterial y desencadenar arritmias.
Para su control se suelen utilizar unos fármacos llamados benzodiazepinas, complementándose en los casos necesarios con tratamiento psicológico, como la psicoterapia o el aprendizaje de técnicas de relajación.
La depresión y los síntomas depresivos son frecuentes tras un episodio cardiovascular, como por ejemplo un infarto de miocardio. Al relacionarse también con mayor aparición de arritmias, empeora la calidad de vida y aumenta mortalidad. Por todo ello, la depresión debe ser correctamente diagnosticada y tratada.
Tras el ingreso hospitalario, y en los primeros días tras el alta, el paciente comienza a tomar conciencia de lo que supondrá su enfermedad. Suelen entonces surgir ideas pesimistas, en relación con las pérdidas que acarrea su nueva situación: el riesgo de complicaciones e incluso de morir, las posibles limitaciones laborales o económicas, el cambio de vida que puede suponerle el control de la enfermedad… Todo esto puede provocar tristeza y angustia en el paciente.
Estos síntomas depresivos son una reacción de adaptación, que en la mayoría de casos, si no es muy intensa, desaparecerá espontáneamente con el tiempo a medida que mejora la propia enfermedad cardiovascular. Pero cuando los síntomas duran mucho tiempo, o son demasiado intensos, pueden llegar a constituir un síndrome depresivo claramente patológico, que debe ser tratado por un especialista con fármacos antidepresivos.
Desde hace muchos años se ha asociado un determinado perfil psicológico con mayor incidencia de enfermedad cardiovascular, especialmente coronaria. De ese perfil, lo más común entre estos pacientes es lo que se ha denominado conducta tipo A. Sus características más habituales son: la presión del tiempo, la sobreestimación de la imagen de buen trabajador y la ambición.
Las personas que cumplen este patrón de conducta son impacientes, perfeccionistas, muy puntuales, realizan varias tareas a la vez y planifican cuidadosamente sus actividades presentes y futuras. Este comportamiento condiciona estados permanentes de tensión, con elevados niveles de estrésy reacciones de hostilidad.
Un porcentaje importante de estos individuos presentan respuestas hostiles en forma de agresividad reprimida frente a estímulos pequeños. Esta característica concreta es la que se relaciona con mayor incidencia de episodios coronarios.
Aunque la personalidad es difícil de cambiar, lo que sí podemos hacer es trabajar sobre los hábitos de conducta. Para ello se requieren técnicas especializadas que pueden conseguir una reducción importante del riesgo coronario. Los programas de rehabilitación cardiaca incluyen estas técnicas para modificar algunos aspectos negativos del patrón de conducta tipo A..
El estrés es la situación que sufre un individuo que está sometido a una exigencia de rendimiento superior a la que es razonable.
Los acontecimientos estresantes nos colocan en una situación de cambio. Los procesos de cambio más frecuentes en las personas con más riego de padecer cardiopatía isquémica son los referidos a la esfera familiar y los relacionados con la actividad laboral. Se ha observado que las personas con pocos lazos y escasos recursos sociales o familiares presentan mayores riesgos de sufrir infarto. Es el caso de personas separadas, divorciadas, viudas e incluso solteras.
Los cambios laborales negativos, como el paro, la regulación de empleo, o la inestabilidad laboral, son también frecuentes en las épocas previas al padecimiento del episodio coronario. Aunque también puede tratarse de cambios positivos, como una promoción laboral, pues a menudo suponen tensiones añadidas, una mayor responsabilidad o incluso cambios de actitud con los antiguos compañeros.
Sin embargo, en iguales circunstancias, la respuesta de cada sujeto varía. ¿Por qué ante una misma situación hay personas que sí se estresan y otras no? Esto es así porque en el fenómeno del estrés hay varios factores implicados. Por un lado está el tipo de patrón de conducta de la persona, ya comentado; por otro, las situaciones o circunstancias estresantes; y por último, la personalidad psicosomática.
Esta personalidad psicosomática tiene como principal característica la incapacidad para manifestar sus sentimientos, para comunicar su mundo interior con otras personas. Esto hace que canalice sus conflictos a nivel somático. Es decir, sus problemas o su angustia las va a manifestar a nivel corporal. Ante situaciones estresantes, todos en alguna ocasión hemos hecho u oído comentarios como, “se me pusieron los nervios en el estómago” o “tenía sensación de ahogo”. A estas reacciones se las denomina psicosomáticas.
Las personas con tendencia a sufrir reacciones psicosomáticas suelen adaptarse bien a estructuras laborales y sociales rígidas, ya que organizan su vida alrededor del trabajo. Esa severidad hace que no dispongan de la flexibilidad necesaria para dar una salida razonable a los conflictos, lo que en ocasiones se traduce en respuestas vasculares exageradas que predisponen a padecer enfermedades de corazón.
Estas personas estresadas cuentan con mayor predisposición a la enfermedad cardiovascular, no sólo por los mecanismos comentados, sino también por la habitual presencia de otros factores de riesgo asociados, como el tabaquismo y la hipertensión.
La valoración de las reacciones psicológicas tras un episodio cardiovascular no siempre es realizada por los cardiólogos. Habitualmente, en los casos más severos, estos pacientes son remitidos a un especialista en psiquiatría.
En los Programas de Rehabilitación Cardiaca sí se realiza esta valoración, ya que se considera que este tipo de alteraciones merecen ser evaluadas dentro del contexto del proceso cardiológico. Según el protocolo de la Unidad de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Ramón y Cajal, un estudio psicológico completo debe incluir:
- Entrevista individual.
- Valoración mediante cuestionarios de los niveles de depresión, de la ansiedad psíquica y somática, del patrón de conducta tipo A y de los acontecimientos estresantes previos.
- Valoración mediante cuestionarios de calidad de vida.
- En los casos necesarios, se complementa con estudios neuropsicológicos.
Además, en las Unidades de Rehabilitación Cardiaca multidisciplinarias se utilizan distintas técnicas para el control de la posible afectación psicológica. Por ejemplo, las actuaciones que se realizan en la Unidad delHospital Ramón y Cajal, con la participación de la pareja o la familia del paciente, son las siguientes:
- Charlas informativas. Tratan diferentes aspectos, desde ofrecer información sobre los problemas psicológicos, hasta enseñar a modificar hábitos de conducta o a controlar el estrés.
- Psicoterapia de grupo. Sesiones en la que cada enfermo cuenta a los demás sus sensaciones, miedos, esperanzas… Se trata de estimular la expresión de los sentimientos, compartiendo experiencias y dudas que pueden ser respondidas por otros miembros del grupo.
- Técnicas de relajación. Su objetivo es restablecer un estado de equilibrio y armonía, tanto a nivel corporal como psicológico. Van a proporcionar mejoría de la ansiedad y adiestramiento sobre cómo prevenir y afrontar las situaciones de estrés.
- Psicoterapia individual o familiar. Ayuda a afrontar la situación desde un punto de vista personal o grupal.
En los casos necesarios el psiquiatra instaura el tratamiento farmacológico preciso.
